Como siempre, la culpa es mutua,
Pero los dos sabemos que es más mía que tuya,
Discutimos, y la lana que rueda y rueda,
y se desgasta con cada ruedo, a cada instante, con cada silencio, con cada aguantada, con cada disculpa,
Me canso, pero sigo, te cansas, me besas, pero sigues,
¿Hasta cuándo soportaremos?
Quizás hasta que te canses, y me digas lo que hace tiempo quiero escuchar, ese vomito de verdades que hace rato te veo atorado,
Quizás cuando se acabe, eso que sientes que se parece al nombre de ciudad,
No hace falta cantos, ni palabras, ni versos, ni suspiros, ni la risa,
Quizás falta sentimiento, y no de ese sentimiento que nos sobra,
Si no del sentimiento de sentir las llagas dilatadas del otro, de sentir su vergüenza, su intolerancia, su desagrado y desatención,
Quizás de sentir el susurro del silencio, del abrazo siempre necesario,
No falta amor, eso está claro, no falta cariño, no falta emoción, quizás comprensión.
Quizás falta ceder, ceder libertad, ceder vomito del que me sobra, Ceder enojo, aún más, para estar parejos,
Me doy cuenta de que faltan pretextos, esos pretextos que creo con cada línea que escribo, con cada mentira de la que te convenzo,
Creo que falta decirte que quiero vivir abrazada a tu pánico melancólico, y que no me importa lo vano, lo insensato o desquiciado resulte, pero me hace feliz…
Ahogada en mi propio vomito, con palabras absurdas y términos inadecuados, me ahogo y termino siendo siempre la que cuelga la lana para evitar su desgaste, desgaste inevitable, pero desgaste al fin y al cabo.